Los tesoritos de Juan Luis Vives.

Muchas personas curiosas que conozco se quedarán prendadas de Juan Luis Vives (1492-1540), español hoy relativamente desconocido. Fue un intelectual poderoso que escribió muchos libros que hoy no interesan a nadie porque están todos en latín. Se pasó la vida escribiendo y enseñando fuera de España. Fue miembro del séquito de Catalina de Aragón en Inglaterra, e ingenio muy estimado por Tomás Moro y por el cardenal Wolsey. Se marchó cuando la reina española le indicó que pronto no sería bien visto —ni él ni español alguno— por el iracundo y visceral Enrique VIII, que ya tonteaba detrás de la Bolena. Se afincó después en Lovaina, donde se casó. Allí escribió y publicó gran parte de su obra.

De toda ella, a los recreadores y amantes de la cultura material del Siglo de Oro nos puede enamorar un tesoro humilísimo e incalculable. Juan Luis Vives quiso actualizar el latín y tratarlo como una lengua viva y pujante, pues lo hablaban y escribían las personas cultas de toda Europa. Para ello escribió unos Diálogos, breves, muy ágiles, con escenas de la vida cotidiana. Igual que en un moderno manual de idiomas, en ellos se ofrecen escenas de la vida cotidiana en que los personajes hablan de ropas, de plumas y tinta, de juegos de cartas y de todo género de asuntos de la vida, fundamentalmente estudiantil, o presentan escenas de costumbres en una familia burguesa. Y, así, se visten, juegan, cocinan, hablan sobre detalles del atuendo y reviven todos los momentos que pudieran dar lugar a mostrar un latín remozado, aplicado a la vida moderna y no solo a los textos clásicos. Quiso enseñar un latín práctico, desligado de la sobriedad exacta de César o de Cicerón, de los primores de Virgilio o Catulo, y también desvinculado del ámbito eclesial. Ya digo, conozco a muchas personas a quienes va a enamorar Juan Luis Vives.

No regresó a España. En parte, porque sus raíces ya eran errantes y europeas. En parte también porque la Inquisición —ese organismo que se podrá entender en su tiempo histórico, mas no disculpar y menos aún celebrar o reivindicar— había quemado vivo a su padre en 1524, y había hecho desenterrar los huesos de su madre, muerta en 1509 por causas naturales, para quemarlos públicamente en 1528. La causa era que la familia había profesado la religión hebrea y, en el ámbito privado, aquellas gentes habían mantenido costumbres propias de judíos tras la conversión forzosa de 1492.

La esposa de Juan Luis Vives, Margarita Valldaura (1505-1552), provenía de una familia de judíos valencianos afincados en Lovaina, que acogieron a Vives a su regreso de Inglaterra. Ella fue su discípula al principio, y luego su ayudante, su escribana, correctora de textos y supervisora en la imprenta. El matrimonio recibió propuestas para regresar a España, que no aceptaron.

Vives además denostaba el ambiente académico español, acotado, competitivo y atento a la repelea de cátedras y cargos. A pesar de ello, tampoco cedió a las tentaciones del extranjero y se mantuvo todo lo español que pudo. Con una pequeña pensión de Carlos V como pago a sus servicios diplomáticos, se dedicó también al comercio, que compuso su principal sustento. Los Vives no pudieron mantenerse del mundo de la cultura, que los apasionaba. Sin embargo, se puede considerar a Juan Luis Vives el antecedente de los profesores de idiomas y de la moderna didáctica de lenguas extranjeras. Solo fracasó en su afán principal: su aspiración a convertir el latín en una lengua viva.

Retrato anónimo de Juan Luis Vives. Museo del Prado. (Wikipedia)


A quien le interesen —como a mí— los pormenores de la pluma y la tinta y el papel que se empleaba en los tiempos de Juan Luis Vives, el maestro le ofrece un tesoro de preciosos datos: cómo elegir un buen papel y cómo comprarlo; cuál es la mejor manera de preparar la tinta para su uso; si conviene o no utilizar orina para diluir la tinta (¡él aconseja no hacerlo!); qué algodones deben usarse en el tintero y para qué; de dónde sacar buen polvo secante; cómo preparar una pluma para escribir, aunque aquí da menos detalles de los que yo quisiera; cómo y para qué usaban los estudiantes la escritura y cómo la practicaban… Igualmente ofrece valiosísimas minucias sobre la vida cotidiana o el vestido: qué se viste sobre qué, cómo vestirse y desvestirse, y cómo cuidar un vestido… Bajo el envoltorio de las lecciones de latín, la información de la vida cotidiana bulle con una gracia inesperada y, para los practicantes de la recreación, gozosamente vigente.

Quien quiera comprobar lo dicho, y gozar y escarbar en los escritos de Juan Luis Vives, tiene acceso a sus Diálogos en el enlace adjunto. Salus et fortuna vobis sit.

Pinchar aquí para acceder a los Diálogos en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Dativo, a lo suyo. Posiblemente en Padules. Foto de Du Vallon.


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