El Cid de Belmonte (2)

SOMBRAS y LUCES de EL CID.

El Cid es una película que fue apoyada por el régimen de Franco y que a su vez apoyó al régimen (véase la entrada anterior). Fue también una película eminentemente comercial, que se permitió numerosas inexactitudes a cambio de conseguir cierta vistosidad. Por ejemplo, el mismo castillo de Belmonte es un colosal anacronismo: es de mediados del siglo XV, cuando la acción de El Cid se ubica en el siglo X. Pero el mismo castillo es un actor consumado que se adapta a la época y que sabe actuar siendo Zamora o siendo Calahorra de manera muy convincente.

Panel de la exposición Belmonte, un escenario de cine, que se organizó en el teatro cine Fray Luis de León en 2021, bajo la dirección de la antropóloga Luisa Abad.

En el famoso duelo que se rodó en la proximidad del castillo, el Cid y don García combaten con enormes espadas que técnicamente eran imposibles en su siglo. De hecho, esos espadones o montantes no se vieron hasta el siglo XV. Y la espada que blande el Cid, la famosa Tizona, es una espada que hoy se ha reconocido como una hoja del siglo X del tipo «gineta» con una guarda muy posterior, de una espada «de pitones» de finales del siglo XV y principios del XVI. Ese aspecto es el que tiene la espada de Rodrigo Díaz en la película.

Otro detalle de la exposición. Cartel original de la película.

Sin embargo, la película es fiel a la historia en el diseño general de las armaduras, ya que no tanto en los detalles de fantasía que se ven en yelmos o en improbables escudos metálicos; los decorados muestran cierta inspiración en el arte románico; y los atuendos, aunque bastante más convencionales que históricos, respetan el colorido propio de la época, sin meter ese filtro apagado y sucio que hoy se aplica a cada película ambientada en el medievo. Aunque «hace los deberes», el vestuario se toma numerosas licencias y cede concesiones a la fantasía (acaso no tantas como las películas de hoy).

Entonces, ¿hacen estos rasgos de El Cid una película apolillada y obsoleta? Muchos detalles sorprenderán a quien se acerque a la película con curiosidad. Si se espera ver una simple película anticuada de malos y buenos, se llevará más de una sorpresa.

La acción de la película no se sustenta en meras fantasías. Sigue con bastante fidelidad diversos episodios relacionados con la vida de Rodrigo Díaz de Vivar. Así, por ejemplo, la historia del cerco de Zamora y la muerte del rey don Sancho a manos del traidor Vellido Dolfos. También el episodio que da cuerpo a Las mocedades del Cid, cuando doña Jimena jura venganza contra Rodrigo por haber matado a su padre, Diego Laínez. No falta la jura de Santa Gadea ni el destierro del héroe, aunque los hechos del Cantar del Cid se condensan en una osada elipsis (en la que le crece al Cid su famosa barba). La toma y defensa de Valencia y la rehabilitación del Cid ante su rey se incluyen también en el argumento.

Los personajes del rey Alfonso y de su hermana Urraca son mucho más interesantes de lo que pudiera parecer, y en ellos se mezcla política y familia de manera tan intensa como coherente. Asimismo, la conflictiva relación entre Rodrigo y Jimena mantiene la tensión y el interés durante toda la primera parte de la película (la rodada en Belmonte), mientras que la segunda parte (la rodada en Peñíscola principalmente) se centra más en el aspecto militar.

Alfonso VI y su hermana Urraca en las almenas del castillo de Belmonte.

Sorprendentemente para la época, los personajes musulmanes son tratados con ecuanimidad. Si Rodrigo Díaz tiene conflictos con algunos de ellos (con los fanáticos almorávides), tampoco le faltan adversarios entre los cristianos. E igualmente aparece su amigo y aliado Al Mutamid, con sus huestes musulmanas aliadas también de los cristianos del Cid.

Sofía Loren impuso que su papel se modificase. No le gustó el papel de la sumisa esposa del Cid, y presionó para que su personaje fuese más autónomo e independiente. Así, sus retrasos en llegar a los rodajes o su descaro en muchas declaraciones apoyaron sus reivindicaciones, que se tomaron a veces como pataletas de diva. Con todo, consiguió que su personaje de Jimena se reescribiese para mostrar más decisión e independencia. Tampoco permitió que se caracterizase su envejecimiento, de manera que en la película solo los personajes varones parecen acusar el paso del tiempo.

Álbum de cromos de El Cid. Muy posiblemente fue una de las primeras películas en tener aparejado su merchandising o mercaderías diversas bajo su marca (también hubo soldaditos, que aún conserva mi amigo Santiago de la Peña). Exposición Belmonte, un escenario de cine.

El Cid es una película extraña para su tiempo y todavía fascinante. Sirvió para la propaganda de una dictadura y, a la vez, albergó ideas muy avanzadas para su tiempo como pueden ser la coexistencia e incluso la unión entre culturas. También presenta personajes femeninos muy fuertes y no ya solamente el de Jimena sino el de Urraca, con una excelente Genevieve Page, que aparece como motor e inteligencia de la política sin responder a ese cliché de la mujer con poder siempre malvada o lujuriosa.

En todos estos detalles, El Cid se puede ver hoy como una película cuyas virtudes la llevan más allá de ser testimonio de una época o muestra documental de las circunstancias que la propiciaron. No es una simple reliquia fílmica, sino una obra artística de extremo interés, compleja, con licencias históricas pero fiel en lo más a los hechos o a su leyenda, y, a la vez, pensada para funcionar como gran espectáculo dirigido a todos los públicos. El Cid representa un tipo de cine que, por desgracia, ya no se suele prodigar en las salas comerciales.

Algunos enlaces sobre la exposición:

‘Belmonte, un escenario de cine’ da voz a los figurantes manchegos en el rodaje de dos películas | Actualidad | Cadena SER

Belmonte, el Hollywood de Cuenca: así es el pueblo manchego donde rodó Charlton Heston (lasexta.com)

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