El Petronio Toppa de La isla de Caravaggio

Paradoja: los productos de la imaginación son tanto más celebrados cuanto menos imaginativo sea su fundamento. Petronio Toppa es uno de los personajes mejor acogidos de mi novela La isla de Caravaggio (Ediciones Pàmies, 2022), y me han preguntado a menudo si ese personaje tiene alguna base en la realidad. Ampliaré un poco lo que digo en las notas de la novela porque el asunto Toppa tiene su miga.

Es absolutamente cierto y está documentado que un tal Petronio Toppa, o Troppa, acompañó a Michelangelo Merisi al encuentro con Ranuccio Tomassoni, el capo de Campo Marzio. Salvó la vida al pintor en la refriega que se entabló, unos dicen que por trivial discusión de juego mientras que otros defienden que hubo en realidad un encuentro concertado, un lance de honor o un duelo con espadas.

En un momento del combate, Ranuccio Tomassoni cayó al suelo. Caravaggio lo hirió entonces en la ingle, posiblemente al tratar de castrarlo, y en poco tiempo a Tomassoni se le fue la vida a chorros por la arteria femoral. En ese momento, Merisi de Caravaggio fue herido en la cabeza por el hermano de Ranuccio, Giovan Francesco, con el pomo de una espada. Y a su vez intervino nuestro Petronio Toppa para salvar el pellejo al pintor. Apenas lo hizo recibió también hasta siete cuchilladas, todas en la misma pierna (!), según recoge Andrew Graham Dixon.

La muerte de Ranuccio, sus circunstancias y contactos familiares provocaron un bando capitale del papa, que condenaba a muerte a Michelangelo Merisi de Caravaggio allá donde se le encontrase, sin más juicio ni formalidad. El cargo era el de asesinato. Los Tomassoni contaban con amigos poderosos en la Roma del papa Paulo V Borghese.

De Petronio Toppa como persona real se saben algunos datos. De origen boloñés, fue soldado al servicio de España y del papa, y aun capitán en Sant Angelo. Y un capitán no era cualquier fulano ni Sant Angelo era cualquier baluarte: era un cargo militar codiciado y bien remunerado en una fortaleza significativa del poder e influencia de los papas. Sin embargo, en la ocasión de Campo Marzio, Toppa actuó como espada de alquiler, un profesional del encontronazo callejero que poco tenía en común con el resto de la banda de Caravaggio. Sus múltiples heridas también nos hablan de la naturaleza del lance. No fue una simple trifulca. Más bien un encuentro acordado en una propicia pista de pallacorda, el juego de pelota antecedente del tenis. Y como atestiguan las heridas, en esa pista había varias espadas más atentas a lo que intentase Toppa que a lo que hiciese Merisi de Caravaggio.

Juego de pelota o pallacorda (raqueta)

También sabemos que, algún tiempo antes de la reyerta con los Tomassoni, y en un combate amistoso, Toppa venció a otro valentón y esgrimista llamado Cencio Abruzzese, a quien los lectores de la novela conocerán también sobradamente. Así pues, Petronio Toppa era un espadachín de renombre en aquella Roma de jaques, rufianes, sicarios y lances de celada y callejón.

Los amigotes de Caravaggio conformaban un grupo de pintores y artistas que secundaban al pintor en sus turbias aventuras tabernarias. Claro que no parecían tan arrojados cuando llegaba el momento de la violencia. Onorio Longhi y Orazio Gentileschi (el padre de la gran Artemisia) se esfumaron en cuanto las cosas se pusieron feas en Campo Marzio, sin llegar a intervenir en la pelea. Era una medida sensata, ya que no muy honorable para un bravo. Tampoco siguió ninguno a Michelangelo Merisi en su huida de Roma y todos se dispersaron, cada cual por su camino.

El fugitivo Caravaggio se encaminó a Nápoles, que era entonces territorio tan español como Sevilla o México. La ruta más rápida y más segura no era la línea recta desde Roma a Nápoles, por tierra, sino dirigirse a Civitavecchia, también española, para embarcar desde allí y bordear la península italiana. Era lo más lógico: Caravaggio era protegido de los Sforza-Colonna desde que creían que su nacimiento les había traído suerte, pues su noticia coincidió con la victoria de Lepanto; y, después de todo, ¿no era Merisi de Caravaggio, como lombardo y milanés, súbdito del rey español?

Claro que eso lo sabrían también sus perseguidores, ya fueran secuaces de los Tomassoni o esbirros del papa. Así pues, el maltrecho Caravaggio tomó el camino menos rápido y más peligroso hacia Nápoles: marchó por tierra, casi en línea recta, por zonas que además se juzgaban muy poco seguras al hallarse infestadas de bandidos.

Cristo en el camino a Emaús (National Gallery, Londres). Cuadro que Caravaggio dio posiblemente a ciertos poderosos que lo albergaron en su huida, en Zagarolo. Hay otra versión posterior a esta, más oscura y frugal, pintada tras el episodio de Tomassoni.

Finalmente, y tras refugiarse por el camino en casas afines a los Colonna que lo acogieron (y sus cuadros le costaron), Merisi llegó a Nápoles, territorio donde no llegaba la jurisdicción del papa como príncipe terrenal ni podía intervenir en cuanto no tocase a los desvíos de la fe.

Sabemos que Caravaggio no estaba solo: los caballeros de Malta permitieron al pintor, mas no a quien lo acompañase, acceder a la galera que lo llevó a la isla desde el puerto de Nápoles. Se ha supuesto la compañía de Cecco Boneri sin mucho fundamento, apenas para que cuadrase la idea de la homosexualidad romántica del artista transgresor (aunque esa leyenda es una falsedad propalada por su archienemigo Baglione). En cualquier caso, Caravaggio no huía por esa razón: todo apunta a que en sus relaciones con prostitutas —no solo como cliente— había traspasado la línea de los Tomassoni y más si mantenía relaciones con Fílide Melandroni, amante más o menos oficial de Ranuccio, el hermano menor. Los testimonios coetáneos apuntan a que así ocurrió. También es posible que el pintor ofendiese de palabra a la esposa de Ranuccio, ya que sus familiares directos acudieron al encuentro (así lo recoge Graham-Dixon). En cualquier caso, Fílide fue la única persona, que sepamos, a quien Michelangelo Merisi regaló un retrato hecho de su mano. Por desgracia, este cuadro, junto con un extraordinario San Jerónimo, se perdió durante la toma de Berlín, al final de la Segunda Guerra Mundial.

Retrato de Fílide Melandroni, perdido en la batalla de Berlín, en 1945.

Petronio Toppa deja luego de ser mencionado en los documentos sobre el suceso de Campo Marzio. Sus valedores hablan de su pasado como soldado y su experiencia de combate en Hungría. Tampoco se menciona que muriese a consecuencia de sus heridas, y hubiera sido de razón que quedase constancia de su deceso, como testigo de una acción tan relevante. Ni fue perseguido. Aunque el papa pedía la cabeza de Caravaggio, literalmente, Toppa no fue molestado en los días inmediatamente posteriores al combate, y se desvaneció su presencia sin dejar rastro.

Hay otro detalle de importancia que me dio pie a escribir sobre un posible acompañante de Caravaggio.

Cuando asistí a la exposición sobre Caravaggio y los caravaggistas organizada en el museo Thyssen, en 2017, observé que un rostro se repetía en las telas del maestro lombardo. Es el retrato de un hombre violento y malencarado, un modelo que suele representar el papel de verdugo ya azotando a Cristo, ya crucificando a San Pedro o alzando la cabeza recién cortada del Bautista.

Salomé con la cabeza del Bautista (National Gallery, Londres)

Si nos fijamos bien, un hombre robusto y de facciones muy similares, el pelo negro y espeso, casi rapado, la barba fina y escasa, las orejas grandes y los ojos pequeños y malignos, aparece en numerosos cuadros del maestro.

Cristo en la columna (Museo de Bellas Artes, Ruán). El verdugo en primer término es nuestro hombre. Es uno de los cuadros pintados tras el exilio de Roma y el asunto Tomassoni.

No es raro que Caravaggio repita modelos en sus cuadros. Suelen aparecer sus próximos, Mario Minniti, la misma Fílide o Cecco Boneri. Podemos observar la repetición ocasional de un hombre mayor, canoso, barbudo y flaco como santo recurrente. O una mujer de edad, que presenta los síntomas del bocio en su garganta.

Lo que llama la atención en el modelo malencarado que comentamos es cuándo y dónde aparece, en qué telas y momentos del fugitivo itinerario de Caravaggio.

Crucifixión de San Pedro (basílica de Santa Maria del Popolo, Roma). Obsérvese al único verdugo al que se le ve la cara. Compárese con los siguientes.
Flagelación de Cristo (Museo de Capodimonte, Nápoles). El verdugo de la izquierda tiene un rostro que conocemos. Atención a la patada en la pierna que el verdugo de la derecha emplea para doblegar a Jesús. Era maniobra frecuente que aun hoy se emplea. Ironías de la vida, un golpe similar propinado con un palo o con el contrafilo de un alfanje fue el que doblegó al mismo Caravaggio en la paliza de Nápoles, tras el Cerriglio, a tenor del examen de sus supuestos restos.

Ese modelo aparece en varios cuadros de Roma, y luego en otros pintados en Nápoles, tras la fuga de Roma por la muerte de Tomassoni. Desaparece en Malta, y luego súbitamente reaparece en Sicilia, tras la otra fuga de Merisi.

Si nos fijamos, el verdugo y el soldado tienen el mismo rostro reconocible de ese orejudo malencarado. Coronación de espinas (banco de Cariprato).

En uno de estos cuadros (y precisamente en el cuadro por el que se pagó más dinero al artista), merece un puesto de honor, marcado por el mismo dedo de Cristo. Reaparece en otros cuadros pintados en su segunda estancia en Nápoles, antes del incidente del Cerriglio y del último itinerario hasta Porto Ercole.

Resurrección de Lázaro. Museo regional de Mesina.

Todavía parece figurar al menos en alguna tela más, como el sepulturero en el Entierro de Santa Lucía (Museo del palacio de Bellomo, en Siracusa), aunque aquí solo se le intuye tras ese cuerpo más grande y musculoso; y posiblemente en otras más, alterado o empleado de espaldas para no abusar de su rostro tan característico.

Lo me resultó más llamativo radicaba en su itinerario intermitente. Aparece con Caravaggio en Roma y en cuadros del pintor recién huido y afincado en Nápoles. No aparece en ninguna tela maltesa, pero reaparece con vigor en los cuadros sicilianos y en la segunda estancia de Nápoles. ¿Quién era este persistente modelo de Caravaggio, compañero de fugas y conflictos, que asoma o se esfuma del entorno del maestro?

Este compañero de Caravaggio, que parece más que un simple criado y que siempre va asociado a personajes violentos y malignos, tenía una historia que contar. De figurar como verdugo de santos y personaje cruel, culmina su presencia pictórica tocado por el dedo de Cristo o dando piadosa sepultura a Santa Lucía en el primer plano del cuadro.

A ello me apliqué en mi novela La isla de Caravaggio y creo que gustó mucho la manera de hacerlo. Identifiqué o uní al espadachín que desaparece con la figura de ese modelo y acompañante de Merisi de Caravaggio, y creo justa vanidad señalar que en mi novela se llama la atención por primera vez sobre este personaje de los cuadros y su itinerario, al menos hasta donde yo sé y tras leerme todo lo que he podido encontrar sobre Caravaggio a lo largo de los años. También me permitió ofrecer una obra muy diferente de otras ficciones que también reflejan la vida del pintor, tanto literarias como fílmicas.

De todos los personajes que pululan por mi novela, suele ser Petronio Toppa uno de los que más me comentan mis amables lectores, junto con la dulce Fiammetta y la familia De Cos. Estoy convencido de que tiene mucho que ver con ese éxito y atractivo su consistencia documental, la realidad del valentón con principios que acompaña fielmente al pintor igual que lo acompañó sin dudar hacia las espadas de los Tomassoni. Como tengo anotado, percibido y comprobado, la realidad siempre aporta el más sabroso ingrediente de la ficción.

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La isla de Caravaggio, publicada por Ediciones Pàmies, se puede adquirir o encargar en cualquier librería. También se halla disponible en venta por correo a través de Amazon o de Casa del Libro. También como libro electrónico.


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